Desde la mítica torre de babel, los humanos se han propuesto edificar monumentos que estuvieran a la altura de sus egos desproporcionados. A lo largo de los siglos, con construcciones como los antiguos Zigurats, el Taj Majal o el Empire State, el hombre ha demostrado su poder para levantar estructuras con propósitos religiosos o profanos. Estos monumentos, vistos como una declaración cultural muda, un símbolo de los principios de los pueblos (devoción, patriotismo, poder), o un símbolo de la grandeza de una civilización, fascinan y atraen a un público cada vez mayor que queda captivado por la |